martes, 6 de noviembre de 2012

Centrifugar


Los pensamientos tienen que poder centrifugarse,  porque si un cacharro como la lavadora es capaz de remover las prendas más pesadas y quitarles la mierda de encima como si nada, ¿por qué no íbamos a ser capaces las personas de hacer algo parecido? Al fin y al cabo eso lo inventaron unos prendas como nosotros. Las etiquetas, los clichés y los prejuicios podrían convertirse en algo nimio si fuéramos capaces de centrifugar y quedarnos con lo realmente importante. En la vida damos tantas vueltas como el tambor de una lavadora, la diferencia entre las vueltas de unos y otros está en las manchas con las que se libra batalla y en la manera de hacerlo. Unos son de usar tequila como detergente, que puede quitarlas de golpe por unas horas. Otros son más de suavizar con cerveza, que no es tan eficaz, al menos en cantidades saludables, pero hace ver las manchas de otra forma, quizá un poco borrosa pero lo  suficientemente válida para sacar una sonrisa a casi cualquiera, y con una sonrisa todo es otro tema... 
De niños muchos quisimos saber qué pasaba exactamente dentro de la lavadora cuando parecía que tenía el baile de San Vito, es decir, cuando centrifugaba, y da que pensar que nuestros mayores no nos dejaran. Tal vez sea porque es lo más parecido a la compleja mente de los adultos y en un intento de proteger nuestra inocencia prefirieron que nos quedáramos con la curiosidad.