martes, 4 de diciembre de 2012

Prefijos

Los prefijos,  ese maravilloso (¿?) mundo del quiero y no puedo o del quiero y no me dejan. Ese inconformismo constante en forma de letras. Esa barrera tan bien escrita entre lo bueno y lo peor, que no tiene por qué ser necesariamente malo. Es terriblemente exagerada la diferencia entre tentar e intentar, entre velar y desvelar, entre desidia y... espera, eso no lleva prefijo, es una sensación tan chunga que ni siquiera necesita esas dos o tres letritas capaces de convertir cualquier palabra medianamente bonita u optimista en la mayor de las miserias lingüísticas, en lo que a su relación con la compleja psicología humana se refiere, que a veces es tan puta, con perdón, que hasta puede ser inversa... Sí, seguimos hablando de los prefijos, esos de cuyo peligro no nos advirtieron los profesores de Lengua y literatura cuando los explicaron, ocultando lo dañinos que pueden llegar a ser para el bienestar y el equilibrio emocional, que no para la felicidad, porque a muchos esas dos cosas no les hacen falta para ser felices. Cada uno es feliz como le sale de las narices. Pero lo bonito de los prefijos (que también existe), es cuando están ahí y pasan desapercibidos, como en el caso de la palabra desmelenarse. ¡Jo, qué alivio cuando te encuentras uno de esos! Puedes disfrutar en cuerpo y alma, y nunca mejor dicho, de las connotaciones y consecuencias de dicha palabra, porque esas tres letras son tan inofensivas como tú recién levantado después de 12 horas durmiendo.

martes, 6 de noviembre de 2012

Centrifugar


Los pensamientos tienen que poder centrifugarse,  porque si un cacharro como la lavadora es capaz de remover las prendas más pesadas y quitarles la mierda de encima como si nada, ¿por qué no íbamos a ser capaces las personas de hacer algo parecido? Al fin y al cabo eso lo inventaron unos prendas como nosotros. Las etiquetas, los clichés y los prejuicios podrían convertirse en algo nimio si fuéramos capaces de centrifugar y quedarnos con lo realmente importante. En la vida damos tantas vueltas como el tambor de una lavadora, la diferencia entre las vueltas de unos y otros está en las manchas con las que se libra batalla y en la manera de hacerlo. Unos son de usar tequila como detergente, que puede quitarlas de golpe por unas horas. Otros son más de suavizar con cerveza, que no es tan eficaz, al menos en cantidades saludables, pero hace ver las manchas de otra forma, quizá un poco borrosa pero lo  suficientemente válida para sacar una sonrisa a casi cualquiera, y con una sonrisa todo es otro tema... 
De niños muchos quisimos saber qué pasaba exactamente dentro de la lavadora cuando parecía que tenía el baile de San Vito, es decir, cuando centrifugaba, y da que pensar que nuestros mayores no nos dejaran. Tal vez sea porque es lo más parecido a la compleja mente de los adultos y en un intento de proteger nuestra inocencia prefirieron que nos quedáramos con la curiosidad.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Mi primera columna en papel

Esta es una de esas entradas que no quieres escribir por no hacer un blog personal, pero es imposible. Un blog es personal desde el mismo momento en el que decides que tu nombre y/o tu cara van a salir en él, por lo tanto, voy a dejar a un lado la tontería de no hacer un blog personal, y me voy a permitir escribir sobre una de las cosas que más ilusión me han hecho desde hace mucho tiempo. Mentira, me ilusiono con cualquier gilipollez, si me permitís las palabras malsonantes, pero puede decirse que esto me hizo especial ilusión.

Cuando sales de cañas, no necesariamente de noche, no llegas a imaginarte las cosas tan grandes que pueden llegar a ocurrirte, como por ejemplo, que te regalen una columna. Entre coña y no coña, a mí la semana pasada me regalaron una, concretamente la del martes, y más concretamente la de la contraportada del Diario de Pontevedra de dicho día. La condición: titularla "diamantes". Evidentemente lo de los diamantes era broma, pero igual que no te imaginas las cosas que te pueden pasar, tampoco te imaginas las que te puedes creer. Bueno, el caso es que llegó el lunes y pregunté a mi padrino de columna si aquello seguía en pie o tampoco era en serio. Pues bien, sí que era en serio. Allí me vi yo, con la resaca mental acumulada de varios días, incluso meses, sentada en la redacción con una columna que llenar, con temas pasados de vueltas, de los cuales al final no escogí ninguno (muy propio de mí), y con la confianza de aquellos que me animaban a escribir presionándome el cogote como si de un yugo se tratase. Os parecerá una chorrada, pero cuando sabes que van a leer cómo se te pira la pinza, asusta.

El desenlace, que como aquí no tengo límite de caracteres me alargo hasta ser, a veces, soporífera, fue esta bonita columna (o eso me han hecho creer que es) que voy a pegar a continuación. Espero poder volver a escribir algo en ese hueco de la contraportada. No obstante, me quedo con la experiencia, fue un experimento curioso. Lo que no va a poder quitarme nadie es la sonrisa que me saca este texto cada vez que lo leo y me acuerdo de toda esa cantidad de diamantes brutos, que no en bruto, que hay por ahí sueltos.



DIAMANTES

Esos pedruscos que presumen de ser los más duros del mundo, esos mismos, en el fondo son piedras preciosas que tienen mejores cualidades que destacar, por ejemplo, la de brillar siempre. Hay personas que son como estos pedruscos: resaltan su dureza (ellas mismas o el resto de la gente, que habla por encima de sus posibilidades), pero tienen mejores aptitudes que realzar. Son brillantes y no son capaces de admitirlo. ¡Malditos sean! Me sacan de mis casillas, pero no querer creerse lo grandes que son les hace mejores aún, si cabe. Su brillo es imperecedero, aunque ellos lo desprecien. Siempre he pensado que la autoestima estaba sobrevalorada, pero mi teoría se derrumba cuando me topo con algún individuo de estas características: testarudo e incapaz de reconocer que su resplandor es permanente, aunque lo trate de esconder como los que tratábamos de ocultar la luz de la Game Boy debajo de las sábanas cuando éramos pequeños... es decir, inútilmente. ¿No se darán cuenta de que sus actos les delatan? Algunos no tenemos mucha autoestima, pero necesitamos convencer a estos brutos para que la tengan, porque nos da rabia que no crean en la capacidad de su brillo, gracias al cual sobrevive nuestra sonrisa los días malos sin diluirse tan pronto como el azúcar en esos cafés nocturnos que tomamos para soñar despiertos.


El enlace al Diario: http://diariodepontevedra.galiciae.com/nova/195573.html

domingo, 24 de junio de 2012

Chino y Nacho hacen sentir el verdadero calor venezolano a Madrid

Fotografía de @eherrerog
Artista: Chino y Nacho


Lugar: Sala San Miguel - Palacio de Vistalegre (Madrid). 
Aforo: 2.500 personas. 


Setlist: Intro+Tu angelito soy yo; Dame un besito; Voy a caer en la tentación; Ese hombre soy yo; Me mata me mata; Mi niña bonita; Sin ti; El poeta; Regálame un muack; Lo que no sabes tú; Bla bla bla.



El sol caía en Madrid y una larga fila iba creciendo cada vez más junto al Palacio de Vistalegre. Compuesta en su gran mayoría por jóvenes, e incluso niños, la fila se llenaba de gente con un mismo objetivo: disfrutar del primer concierto de Chino y Nacho en España

En torno a las nueve y media de la noche, el aforo de la sala San Miguel ya estaba completo. Minutos después saltaría al escenario Víctor Drija, el telonero de lujo de Chino y Nacho, que no defraudó a su público, acostumbrado a una voz impecable y unas coreografías vistosas con las que llena de color el escenario junto a sus bailarines. 

Drija interpretó varios de sus éxitos, y terminó con su conocidísimo Un, dos tres, que el público coreó como si no hubiera mañana. El joven artista dejó a Chino y Nacho una sala llena y con muchas ganas de bailar, el nivel estaba alto, pero, como cabía esperar, el dúo supo mantenerlo.

Una intro instrumental del tema Tu angelito soy yo ponía comienzo a un espectáculo de casi dos horas de duración en el que hubo tiempo para todo tipo de emociones. Chino y Nacho salieron a escena en medio de una gran ovación del público. El concierto empezaba fuerte. 

Después de Tu angelito soy yo, el dúo interpretó Dame un besito, contagiando a todos los allí presentes las ganas de bailar. Después se remontaron a su primer disco, Época de reyes, con temas más cercanos al reggaeton, como Voy a caer en la tentación y Ese hombre soy yo. Canción esta última con la que hicieron subir la temperatura del recinto, al pedir Chino una voluntaria del público que le ayudara a cambiarse la camisa. El único requisito era ser soltera y mayor de edad, y parece que Chino tuvo buen ojo, la chica elegida cumplía todos los requisitos y realizó el cometido entre el continuo vitoreo del público. 

El auditorio pudo sentir el verdadero calor venezolano, y después de este momento álgido el concierto cambió el rumbo hacia ese sentimiento romántico que caracteriza al grupo, y que es el pilar fundamental de sus letras. Nacho se dirigió al público para dedicar Me mata me mata a "todos aquellos que han conocido el amor de verdad"

Tras esta canción, que tocó los corazones del público, llegaría la que sin duda fue la canción estrella del concierto: Mi niña bonita. Nacho presentó la canción como el tema que había cambiado su carrera musical, y recalcó que la palabra bonita no se refería sólo al físico, si no al interior, y que suponía que todos los allí presentes compartían esa filosofía y por eso estaban allí, e invitó a todas las mujeres a cantar el estribillo como homenaje a ellas mismas.

Entre tanto derroche de energía por parte del dúo y del público, llegó Sin ti, una canción que, a pesar de lo que por su título pueda parecer, es todo un soplo de aire fresco y optimismo. Será por eso que Chino y Nacho decidieron presentar con ella a esa magnífica banda que tienen. El último músico al que presentaron fue su guitarrista, Jáuregui, al que hicieron mención especial por ser el creador de la melodía que acompaña a uno de los temas más importantes de su trayectoria: El poeta. El público se vino arriba con esta canción, en la que incluso tuvo cabida la bachata, que al grito de "¡bachatea!" bailaron todos los asistentes, incluido un niño que los artistas invitaron a subir al escenario.    

Habiendo calentado motores con la bachata, Chino y Nacho interpretaron Regálame un muack, mostrando sus amplias dotes de baile individualmente a ritmo de percusión. Pero la exhibición de baile más importante de la noche estaba por llegar. Al son de Lo que no sabes tú, Chino y Nacho pidieron al público ayuda en los coros, haciéndoles interpretar el famoso “tucutucutú” en distintas tonalidades, hasta que consiguieron que toda la sala se arrancara al unísono formando un gran coro. 

Bla, bla, bla sería la canción que pondría el broche final al concierto, y con la que el dúo venezolano más hizo bailar a su público, entre el que se encontraba la iniciativa Baile Activo, cuyos alumnos comenzaron una coreografía a un lado de la sala que siguió buena parte del público. Después de este arranque espontáneo de sus seguidores, Chino y Nacho se atrevieron a simular una clase de baile hasta conseguir que todo el público bailase al mismo ritmo. Fue un momento de total complicidad con el público.

Chino y Nacho se despidieron mostrando las banderas de España y Venezuela anudadas en señal de agradecimiento, al ritmo de los coros de “aquí hay amor” de la canción Mi niña bonita. El público pidió otra y sin hacerse rogar los artistas satisficieron las peticiones de sus seguidores y subieron de nuevo al escenario para despedirse con Baby bonita, su último hit. 

Se puede decir que Chino y Nacho inauguraron con éxito su gira por Europa con este gran concierto en Madrid. Y es que fue un concierto diferente a los conciertos a los que está acostumbrado el público europeo. Un concierto en el que no sólo se coreaban las canciones y se daban palmas, sino que también se bailaba en pareja o en grupo, merengue, bachata y otros ritmos latinos en un ambiente de fusión Europa-Latinoamérica en el que los artistas encontraron un caluroso público al que dar lo mejor de sí mismos.

jueves, 16 de febrero de 2012

La nueva reforma laboral o cómo ser joven y vivir hasta el cuello

La nueva reforma laboral avala el hecho de que todos los despidos sean procedentes de antemano, el periodo de prueba pueda alargarse hasta un año... y como estas un montón de medidas más que no hacen otra cosa que ahogar al trabajador, y por supuesto, a nosotros los jóvenes. 

Si nos centramos en el gremio de la comunicación, en el que nos agolpamos cientos de jóvenes titulados, y suficientemente preparados, veremos muchos indignados, y ¿somos nosotros los perroflautas de los que hablaba Interconomía? Claro está que no. Nosotros somos los futuros mileuristas. Nosotros somos los que cada día leemos ofertas de trabajo con ganas de echarnos a llorar, y acabamos llorando cuando leemos en el periódico medidas como las de la nueva reforma laboral. Nosotros somos los que defendemos el movimiento “Gratis no trabajo”, pero acabamos arrastrándonos para ganar, aunque sea, cuatro duros. Nosotros somos los que estamos estudiando carreras, cursos y módulos en los que nos exigen cada vez más dinero para cursarlos y luego no tener trabajo. O bueno, mejor dicho, tener un trabajo cuyo sueldo no permita tener vida más allá del trabajo, ni cuyo horario tampoco. Horas, muchísimas y mal pagadas, en condiciones precarias, en muchas ocasiones con material propio y sin asegurar, y todo ello por el módico precio de… ¡menos de mil euros! Ni siquiera la matrícula del primer curso de la carrera de Periodismo vale eso. 

Cuando estamos a punto de promocionar y comenzamos a buscar prácticas pensamos: bueno, los becarios no cobran. El problema es cuando después quieren contratarnos por 300 euros al mes en periodo de prueba. Periodo que con la reforma laboral se puede alargar hasta un año, legalmente. ¿Cómo vamos a vivir sin estar hasta el cuello? Imposible. Sobran razones para preocuparse.

Desde mayo reclamando lo que no somos.